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Cuentos del Señor Oso


La Pulga Mona

"En la vida es importante contar con familiares y amigos afectivos, que transmitan el cariño y el amor con caricias, palabras, besos y todo tipo de expresiones enriquecedoras y grandiosas."
Hubo una vez en la región de los andes, una pulga especial que fue la adoración de los vecinos. Era una pulga alegre, traviesa y cantante. Brincaba de lomo en lomo entre los perros del vecindario y en vez de una picadura les brindaba caricias y masajes relajantes en las distintas partes de la espalda y la cabeza, cargaba su guitarra y entonaba en las noches canciones hermosas que alegraban el oído de su amo en tránsito.
Un día, al trepar al lomo de un nuevo perro del vecindario, se encontró con once pulgas más, sucias, despeinadas y conflictivas, que solo pensaban en picar duro a su pobre amo. Brincaban de la espalda a la cabeza, de la cabeza a los pies y de los pies a la cola, buscando molestar al perro, que desesperado terminaba dando vueltas persiguiendo con su boca a su propia cola y revolcándose en el piso.
Estas pulgas eran tan hábiles en el arte de molestar que nada de lo que hacía el perro lograba acabar con sus intenciones.
Pulga Mona no podía creer lo que veía, pues era muy injusto que estos seres de comportamiento extraño buscaran molestar al perro todo el tiempo y empezó a pensar en una estrategia para ayudar al animal.
Después de mucho pensar decidió empezar el plan sentándose cerca de cualquiera de las once pulgas y haciendo lo que tanto le gustaba: acariciar al perro y hacerle masajes con mucho cariño. Las pulgas que la veían se extrañaban mucho por su comportamiento, e incluso la tildaban de loca, pero poco a poco, algunas decidieron imitarla.
En sus ratos libres cantaba con su guitarra una canción que compuso inspirada en el amor:
Toditos los animales que habitamos este mundo,
Podemos hoy convivir, enseñando un amor puro.
Si no saben de este amor, yo les digo con respeto,
prepárense con cariño y entreguen todo su afecto.
Traten bien a las personas, les digo de corazón,
a mí me quiere la gente porque doy sin distinción.
Y cantando con guitarra, digo siempre a los demás,
piensen mucho en sus amigos y convivan siempre en paz.
Las pulgas, e incluso otros animales que la escuchaban empezaron a aprenderse los versos de la canción y a cantarla con alegría.
Un día, Pulga Mona organizó una reunión con sus vecinas y las invitó a cambiar sus hábitos, motivándolas a tener un mayor compromiso familiar y social con los insectos de su misma especie y con sus amos los perros, para que con cariño y afecto tuvieran una vida más dulce y ejemplar.
Desde entonces las once pequeñas compañeras se preocuparon por su presentación, belleza y aseo, y por hacer más agradable las vidas de sus amigos los perros quienes de inmediato también cambiaron de actitud disfrutando de la compañía de los pequeños bichos. Así, los perros empezaron a sentir afecto por las pulgas: decidieron transportarlas de lugar en lugar, llevándolas a conocer campos, valles, montañas, ríos, quebradas y hasta parques con juegos infantiles.
La Pulga Mona, llamada con cariño por sus amigas y sus amos los perros del barrio, con su guitarra, cantos y consignas de amor, alegraba la vida de todos los animales que la rodeaban.
Desde entonces el vecindario se convirtió en un paraíso donde convivían amablemente las personas, sus perros, sus gatos y todos los insectos pobladores del bosque cercano.

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Felisa, la Ballena

Un día dos hermosas niñas llamadas Juliana y María Clara tuvieron la oportunidad de realizar un paseo a Estados Unidos, un país en América del Norte. Allí, en una de sus aventuras, conocieron a una ballena muy especial a la cual llamaron Felisa.
Esta ballena siempre lucía feliz entre su grupo; era saltarina, graciosa, llena de pensamientos positivos y siempre la primera en encontrar los mejores alimentos, pues eso era lo que anhelaba y buscaba hasta el cansancio: un grande y hermoso pez que saciara su hambre de todo el día.
Luego de disfrutar de sus alimentos se dirigía al gran tanque de atracción turística construido al lado del inmenso mar cerca de Orlando, para ser una de las artistas del espectáculo turístico en la región.
El día en que las niñas conocieron a Felisa, el espectáculo fue tan hermoso que al final, María Clara, la más pequeña de las dos niñas, se separó de su madre y se acercó al tanque, construido para cuidar y estudiar a las ballenas; y jugando empezó a mover sus manos, esperando tener respuesta de la ballena, quien inmediatamente le correspondió a su saludo con el movimiento de su gran aleta trasera. Esto llenó de felicidad a la pequeña, que manifestaba su alegría con una sonrisa. La ballena al ver la risa de la niña, comenzó a saltar dando vueltas en el aire una y otra vez aceptando el juego.
Juliana, la mayor de las niñas, también se acercó al gran tanque de agua de mar para observar el espectáculo especial que estaba haciendo la ballena Felisa y las dos se quedaron allí, disfrutando de la escena.
Cuando terminó, Felisa se despidió con gran afecto, acercándose para recibir caricias de las niñas. Ellas la acariciaron y le prometieron que volverían a verla. Al salir hablaron a sus padres de la maravillosa experiencia que habían vivido al conocer a la ballena y le pidieron a su papá que las acompañara a visitarla nuevamente, pues les emocionaba mucho aquel espectáculo.
Al sábado siguiente, las dos hermosas niñas viajaron acompañadas de su papá hasta el mar y bien cerca del tanque especial para las ballenas, gritaban una y otra vez:
-Felisa, Felisa, Felisa, asómate de una buena vez, pues queremos presentarte a nuestro padre.
Felisa no respondió al llamado de las niñas, pero pocos segundos después, Juliana observó un movimiento muy extraño en la superficie del mar, cerca de un barco que se veía en el horizonte.
La niña sacó sus binóculos y a través de los grandes lentes pudo observar con más detalle la situación: Había una ballena, que hacía movimientos muy extraños, enredada en una red.
María Clara, desesperada por saber qué estaba pasando, pidió a su hermana los lentes y pudo ver que aquella ballena estaba haciendo todo lo posible por liberarse, mientras roía con sus dientes la red. Otras ballenas estaban alrededor, ayudándole a morder la red.
Las niñas y su padre se quedaron cuidando, desde la distancia, a las ballenas mientras cumplían su objetivo y un rato después vieron cómo se rompió la red y salió una hermosa ballena muy conocida para ellos: Felisa.
Las niñas angustiadas llamaron nuevamente a la ballena y ella se acercó de inmediato brincando. Con su hermosa y larga cola les dio un gran baño de agua. Luego levantó su aleta dorsal sacudiéndola en forma de saludo y moviendo la cabeza se inclinó, agradeciéndoles por estar pendientes durante aquella difícil situación. Las niñas aplaudieron emocionadas y, cuando Felisa se acercó le dieron un abrazo lleno de amor.
Después de la visita, las niñas entendieron la importancia de ser optimistas y perseverar en los momentos difíciles y prometieron regresar muy pronto para saludar de nuevo a su amiga Felisa.
El optimismo permite enfrentar las situaciones difíciles con pensamientos positivos, favoreciendo salir adelante rápidamente y con alegría. Es un valor que llena de ilusión los corazones, fomenta la alegría en los ambientes de estudio, de juego, de amigos, en los ambientes familiares, culturales y favorece la disposición al éxito en todas las labores que emprendemos.
Aprendamos del optimismo de Felisa para disfrutar cada día y enfrentar los miedos y las dificultades con la mejor actitud.

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El Oso Victorino

Qué felices se ponen nuestros corazones cuando escuchamos una melodiosa interpretación musical. Pareciera que nuestras almas despertaran con sentimientos plácidos y fomentadores de pensamientos nobles y buenos, que contribuyen a construir un mundo de bien para todas las personas y nos animan a tratar con respeto y alegría a niños, jóvenes y ancianos.
Existía en el lejano valle de Tinaja de Piedra, al sur de Trocadera, un interesante oso de anteojos llamado Victorino. Este oso tenía arraigada en sus costumbres familiares principios nobles para hacer el bien a todos los animales que le rodeaban. Era servicial, escuchaba con atención a todos sus coterráneos sin hacer críticas a sus apreciaciones y sumaba siempre posiciones positivas de bien actuar con sus propias opiniones y comentarios.
Era un personaje sencillo y respetuoso. Tenía un don musical muy especial otorgado por Dios, el cual se manifestaba en la interpretación de su guitarra. Esta era elaborada en madera sencilla pero muy sonora y se la había regalado una de sus tías osas, quien le había descubierto su talento y su aptitud musical desde que era un pequeño osezno.
La dedicación desde muy temprana edad a su guitarra, ayudó a que esta se viera como una dulce y melódica herramienta que facilitaba y generaba nuevas amistades, atrayendo los corazones soñadores de sus oyentes, creando ilusiones nuevas en los espíritus ajenos y fomentando bondad y alegría en toda la comunidad de animales habitantes de aquel valle. Así agradablemente transcurría la vida del oso, entre su trabajo, su familia, su estudio y la interpretación de todo tipo de ritmos musicales en su guitarra como boleros, baladas, tangos, valses, rancheras y zambas.
Victorino era un oso con un oído muy especial. Además de la guitarra tocaba fácilmente otros instrumentos musicales como piano, tambor y requinto. En el valle de Tinaja de Piedra era muy famoso por su generosidad, pues trataba de dar gusto a las solicitudes de los pequeños, jóvenes y adultos animales sin discriminación. Con su buen ejemplo arrastraba a quienes le rodeaban a hacer el bien a toda la comunidad que habitaba la región del valle, traspasando incluso los límites del mismo, hasta la propia región de Trocadera en el norte.
La región se hizo poco a poco muy popular, debido a que allí empezó a existir concordia, unión y trabajo comunitario con beneficio para todos los animales que crecían con alegría y en paz. También se enriquecieron con el fomento del gusto por la música y la interpretación de variados instrumentos, como uno de los valores nuevos adoptados para engrandecer el alma y el espíritu, alcanzando así la felicidad.

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Benjamín, el conejito

Había una vez un conejito muy blanco que se llamaba Benjamín y vivía en el bosque con su familia. A él le gustaba mucho salir a jugar con otros animales, le encantaba ver el color de las flores y saborear las ricas zanahorias y lechugas que había en el campo.
Dentro de su grupo de amigos había una ovejita llamada Eugenia que era muy tímida y siempre esperaba que los demás animales la convidaran a participar en el juego. Benjamín que era muy amigable se le acercaba todos los días para invitarla a jugar y ella gustosa aceptaba.
Una vez la familia de Benjamín decidió irse de paseo una semana para otro lugar. Durante esos días la ovejita miraba como sus amigos jugaban y extrañaba al conejito porque no había otro que la invitara a participar. En la semana que Benjamín estuvo ausente Eugenia se aburrió mucho, pues no jugó ni un solo día.
Cuando Benjamín regresó de su paseo, sus amigos le contaron que Eugenia estaba muy triste y que lo extrañaba mucho. Benjamín les preguntó si ellos la habían invitado a jugar y todos de inmediato le contestaron que no, pues no habían caído en la cuenta de hacerlo. El conejito les dijo que era importante que todos participaran del juego, pues así pasarían momentos más felices.
Después de estar reunido con sus amigos, Benjamín se fue a visitar a Eugenia. Ella se puso muy contenta y al saludarlo le dio un fuerte abrazo. Benjamín le pidió que se sentara y le escuchara, porque tenía algo que decirle. Ella se dispuso a oírlo, el conejito la miró a los ojos y le dijo:
—Eugenia, tú no necesitas que siempre alguien te invite a jugar. Todos los animales del bosque podemos ingresar al juego y participar alegremente en él por iniciativa propia. Si siempre estamos esperando que alguien nos convide nunca vamos a lograr hacer las cosas por nuestra propia cuenta.
Eugenia se quedó pensando en estas palabras, lo abrazó de nuevo y le dio las gracias.
Desde ese día Eugenia decidió dejar su timidez a un lado, pues entendió que al igual que Benjamín todos eran sus amigos y aceptó que no debía esperar siempre una invitación. Comenzó entonces a ingresar sola al juego, incluso a veces era ella quien tomaba la iniciativa de empezar una nueva diversión y los demás la seguían. Esta experiencia también sirvió a los demás amigos de Benjamín, pues a partir de ese momento fueron más generosos.

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Altamira, la Gaviota Dorada

Cerca del mar, en una pequeña isla del Caribe, habitaba una colonia de gaviotas en las blancas rocas de un hermoso cerro. La componían unas 40 gaviotas y entre ellas había una pequeña que lucía alas con bordes dorados llamada Altamira.
Las gaviotas de esta colonia se destacaban por tener un trabajo armonioso al volar. Se formaban en “V” para salir a pescar unidas, para hacer vuelos acrobáticos y regresar juntas al atardecer donde su gaviota líder, Horizonte. Alrededor de la mayor de las gaviotas y líder del grupo se posaban todas las gaviotas sobre las rocas, para escuchar las costumbres y memorias de la comunidad.
—La costumbre más destacada de esta comunidad ha sido decir siempre la verdad —dijo Horizonte—. La verdad genera confianza, da seguridad, aumenta el respeto y ayuda a ejecutar bien todas las tareas satisfaciendo las necesidades de la comunidad. Esta es la recomendación especial que deben recibir en el día de hoy.
Altamira, la pequeña de la colonia, empezó a hacer preguntas, pues quería conocer mucho más acerca de las costumbres y tradiciones de sus antepasados.
— ¿Por qué tenemos que volar en formación, siempre unidas y debemos pescar siempre tan cerca unas de las otras?
Horizonte respondió con su tradicional sabiduría:
— ¿sabes Altamira?, la unión hace la fuerza. Esto significa que cuando vuelas unida a tus compañeras, haciendo menor esfuerzo les rinde más el camino. La formación en “V” facilita al guía del grupo el control de todas las pequeñas gaviotas, es decir, le aumenta la visibilidad y cuando las pequeñas se cansan las mayores acuden en su ayuda y el líder disminuye la velocidad del grupo.
Ahora bien, el pescar unas cerca de otras es una estrategia también de apoyo: quienes no logren pescar podrán compartir con otras gaviotas un buen bocado de alimento y si el cansancio les agota, el guía recibirá aviso de sus compañeras para hacer una parada de descanso oportuna.
La pequeña gaviota Altamira siempre dijo la verdad, aunque ésta le trajera como consecuencia algún regaño o privación. Esto la hizo crecer y madurar con celeridad, a tal punto que a los 16 años fue nombrada líder del grupo en sustitución de Horizonte. Era exigente, pero muy alegre e inteligente. En sus reuniones enseñó a las demás a ser sinceras, haciendo que su colonia creciera en un ambiente de paz.
La gaviota Altamira, luego de su recorrido por el mundo, guiando a su colonia de gaviotas en el amor y la verdad, llegó al hermoso cielo y alcanzó la eterna felicidad.
Decir siempre la verdad es la virtud más grande de los seres en la tierra, hace parte de la honradez de las personas, e implica un poder grande de amor. Amor por uno mismo y amor hacia las personas y seres semejantes con quienes compartes tu vida, tu trabajo, tu estudio, tus actividades de recreo, tus actividades religiosas, tus creencias políticas, en resumen tu verdad.
Se entusiasta: grita, canta y baila siempre pregonando la verdad y poco a poco descubrirás que millones de amigos y admiradores sinceros vas a ganar. Motiva a tus seres queridos, a tus amigos, a tus trabajadores a decir y actuar siempre en la verdad y poco a poco tendremos más cerca el camino para lograr la paz y la unidad.

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Tomasa, la Ardilla

El amor es la virtud que representa todo el afecto. Representa el esmero y agrado con el que se realiza cualquier actividad. Y el amor incondicional es aquel que se entrega sin esperar nada a cambio, como por ejemplo el que se da entre padres e hijos.
Existía en el barrio grande de Mundo Natura una singular ardilla llamada Tomasa, con características muy humanas y grandes atributos: tenía un aspecto bonito, era alta, de pelo rojizo largo, boca rosada agradable, dientes grandes y poseía unas hermosas pestañas crespas sobre sus ojos negros.
La ardilla tenía una forma de ser especial con los otros animales del barrio, siempre les regalaba una sonrisa de manera cariñosa y comunicaba toda su alegría con sinceridad al saludar. Además, tenía su casa ubicada en un frondoso árbol de eucalipto frente al parque principal del barrio grande, que la ayudaba a ser reconocida por todos los pobladores.
Tomasa se dedicaba de manera permanente a la lectura, pues según ella: “todas las enseñanzas agradables, nacen de los buenos libros”. Así inició a leer grandes historias, cuentos y hasta aprendió versos y canciones que poco a poco empezó a cantar.
Uno de sus pasatiempos especiales era acostarse en el verde prado cerca al jardín del parque, con sus amigas ardillas Rebeca y Claudia, para divisar las nubes que correteaban por el cielo movidas por la fuerza del viento, formando diferentes figuras de animales como osos, conejos, perros, gallinas y otras tantas bellezas naturales.
En el recorrido que hacía Tomasa todas las mañanas para tomar el sol, caminando por los muros altos de las casas del barrio grande se unían a ella diferentes compañeras ardillas: pequeñas y jóvenes las unas, adultas y viejas las otras, para acompañarla a caminar y escuchar las historias que relataba, como producto de sus lecturas y experiencias.
Les contó una vez la historia de una gran nube negra que se formó lentamente por la acumulación de otras tantas nubes oscuras más pequeñas en el cielo de Linichí, una ciudad pequeña al oeste de Mundo Natura. Esta acumulación de nubes negras coincidía con la falta de amor que reinaba en aquella ciudad, pues allí los habitantes discutían permanentemente, eran egoístas, desconfiados y malhumorados.
Un día cualquiera la gran nube empezó a desaguarse en lluvias constantes, que generaron grandes deslizamientos de tierra y lodo sobre muchas de las casas de Linichí, inundando los pisos, dañando las camas, los nocheros, los colchones y las ropas de gran parte de las familias que vivían allí.
Esta situación hizo que los habitantes que no habían sido afectados tuvieran consideración de sus vecinos y los invitaran a dormir repartidos en sus casas, a consumir los alimentos que lograban conseguir y a compartir sus vestimentas.
Cuando sus sentimientos negativos se trasformaron en amor y generosidad, ayudando a los demás habitantes de la ciudad a sobreponerse de los daños causados por los deslizamientos e intensas lluvias, las nubes negras comenzaron a separarse y el cielo empezó a verse azul intenso. Poco a poco regresó el verano, favoreciendo que se pudieran reunir a trabajar en la reconstrucción de las viviendas afectadas, de sus cultivos y de los jardines destrozados.
Después de esta situación, en Linichí empezó a reinar la cordialidad, la confianza y la ayuda de unos a otros en sus necesidades. Floreció la tranquilidad, el respeto y la alegría y volvieron a gozar de los detalles pequeños y grandes, que les hacían disfrutar la vida.
Al concluir esta historia todas comenzaron a dar aplausos y a comprometerse con aumentar su amor por los semejantes, preocupándose cada día por colaborarles y por unir sus esfuerzos en beneficio de la población vulnerable.
A partir de ese momento todas las ardillas del barrio grande de Mundo Natura fomentaron en los habitantes, personas y animales de otras especies la ayuda mutua. Se repartieron los trabajos por equipos para mantener el paisaje y la presentación del barrio en óptimas condiciones de aseo, para tener bonitos sus jardines y las casas pintadas de manera agradable. Atendieron a los enfermos y acompañaron a los niños en sus juegos diarios dentro de los parques. Creció el amor y la admiración entre todos, al igual que el respeto de los unos por los otros.
Cuando nos preocupamos por amar a las demás personas que nos rodean sin esperar recompensa, vuelve a nosotros el amor con mayor abundancia.

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El Pingüino Simbad

En el hemisferio sur en el Océano Pacífico cerca de Chile, vivía un pingüino llamado Simbad, quien permanecía la mayor parte del año nadando en aguas de temperaturas frías, a menos de 20 grados centígrados bajo cero.
Era el segundo de cuatro hijos y se destacaba por el respeto que sentía por los demás y por el empeño que ponía en seguir el ejemplo de sus padres, cumpliendo siempre con los compromisos que acordaba con los semejantes. Estaba especialmente comprometido con la educación de los pingüinos pequeños, para que fuera integral y constructiva.
Simbad era mediano de altura y tenía un pico tremendamente puntiagudo que le servía para pescar camarones y peces diversos entre las aguas del antártico. Se iba fortaleciendo en el transcurrir de los años con el alimento que conseguía y con el exigente ejercicio que hacía cuando nadaba continuamente por el océano durante largas jornadas, disfrutando y saltando las olas que se le interponían para disminuir su velocidad.
Un día claro con un radiante sol muy luminoso conoció a Lorena, una pingüino especial que apareció en las profundas aguas de la Antártida y lo dejó boqui abierto con su gran habilidad para nadar y su especial elegancia. Tenía su cuerpo azulado, poseía un pico fuerte y delicadamente hermoso. Desde ese momento el pingüino quedo muy inquieto y deseoso por conocer detenidamente a Lorena.
Se le acercó y la invitó a conocer un sitio precioso de extensos bajos en el mar, donde se apreciaban toda clase de corales, peces, estrellas de mar, erizos y otros animales marinos pequeños.
Lorena quedó encantada con todo lo que observó y con la compañía de Simbad, pues era muy inteligente y divertido, así que, pocos días después lo invitó para que conociera su comunidad de pingüinos, distinguida por tener excelentes trabajadores en el campo de las artesanías.
Simbad se fue haciendo amigo de esta apreciada comunidad y fue interesándose cada vez más en su nueva amiga, a tal punto que muy pronto se cogían de la mano, se acompañaban y jugaban juntos la mayor parte del día y luego, al final de las tardes, la acompañaba hasta su casa para regresar luego a su propio hogar. Él le generaba confianza, respeto y tranquilidad en su corazón, pues siempre era sincero con ella y muy fiel en el amor que mutuamente se regalaban.
Entre los amigos que hizo Simbad con el transcurrir de los tiempos de pesca y de actividades marinas había uno llamado Porfiado, un poco mayor que él. Un día, Porfiado lo invitó a entrar en el equipo de basquetbol de otra de las islas cercanas a las costas Chilenas y Simbad, alegre, aceptó esta invitación.
Cuando Simbad asistió al primer juego acompañado de Lorena, los dos quedaron muy sorprendidos con lo que sucedió: Los de un equipo le gritaban a los del otro para desconcentrarlos y hacerlos perder el balón; cuando alguno hacía una buena jugada los otros le criticaban por la forma de hacerla y cuando hacía una jugada errónea los otros lo insultaban para hacerlo sentir mal.
Simbad no se sintió bien acogido en el equipo y percibió que otros pingüinos de la isla observaban el juego igual de sorprendidos que él, pues la forma de actuar del equipo generaba enemistad y descontento.
A pesar de lo sucedido en el primer juego, Simbad asistió a algunos otros juegos con este equipo para ver si las condiciones cambiaban, pero no fue así, entonces decidió invitar a Porfiado a formar parte del equipo de su isla Chilena, donde aprendería a compartir en el juego con generosidad, entrega, armonía y preocupación por la participación de todos los integrantes del equipo para hacer las mejores jugadas.
Porfiado recibió con satisfacción la invitación que le hizo su amigo y empezó a jugar con el equipo de Simbad. Descubrió que este era un equipo que jugaba muy bien y en el que los participantes eran felices. Poco a poco fue entendiendo que el equipo tenía unas reglas muy sencillas pero importantes, que le enseñaban a respetar a los demás y a darle participación activa en el juego limpio a todos los jugadores para obtener mejores resultados.
En el juego con el equipo de Simbad, Porfiado aprendió y entendió muchas cosas que decidió compartir con el equipo de su isla. Por esta razón regresó nuevamente a su equipo, en compañía de Simbad, para compartir con ellos y mostrarles lo fácil y divertido que era jugar respetando a los demás y reconociendo las capacidades de cada uno.
Los amigos isleños agradecieron profundamente el acto de lealtad de Porfiado, pues desde entonces los juegos de basquetbol dejaron de ser una competencia y retornaron a la esencia de lo que eran: juegos.
Desde entonces Porfiado y Simbad jugaron en los dos equipos para compartir aprendizajes de unos y otros. Lorena y Simbad decidieron conformar una familia con dos hijos, que siguiendo el ejemplo velaron por ser leales a sus buenas costumbres y a las enseñanzas positivas de sus padres.

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Sándor, el León

En las hermosas selvas de África Central, ubicadas debajo del gran desierto del Sahara, existen unas grandes y hermosas sabanas y pastizales en donde se han ubicado algunas manadas de leones, buscando estar en zonas extremadamente secas y calurosas durante la mayor parte del año. Otras manadas en cambio, se han ubicado en regiones selváticas de la costa del Atlántico y la cuenca del río Congo; zonas donde existen muchas otras especies animales, a las cuales pueden cazar para alimentarse y subsistir.
En una de estas manadas hay una especie llamada León Panthera: mamífero, salvaje, carnívoro y de la familia de los félidos (que poseen un cuerpo esbelto [grande], oído agudo, hocico corto, excelente vista y pueden retraer sus garras para protegerlas, mientras no las usan en la caza).
Los leones machos pueden vivir hasta 7 u 8 años y las hembras hasta 12 o 14 años, en estado salvaje, dentro de un hábitat considerado protegido y seguro. En cautiverio, los leones y leonas, llegan a durar hasta unos 6 o 7 años más de vida, si están ubicados en grandes zoológicos, bien cuidados, en un espacio de terreno amplio, ambientalmente amigable, y con muy buen alimento.
Entre la manada de Leones Panthera vivió hace mucho tiempo un león llamado “Sándor” que era muy valiente, inteligente e inspiraba respeto en su comunidad por lo cauteloso, responsable y habilidoso que era.
Sándor era el mayor de los hijos de la manada que estaba conformada por 14 integrantes. Esta manada se comportaba muy parecido a las demás familias de leones, pues eran muy sociables, jugaban y se revolcaban en la hierba, cazaban en grupo y marcaban su territorio con la orina para que otros leones lo respetaran y supieran que ese espacio ya estaba habitado por ellos.
A Sándor le gustaba mucho compartir con los otros jóvenes menores que él: las leonas Caliza, Roncona y Petra y el león Tornado; y le gustaba enseñarles sobre el respeto por los mayores y la importancia de saber escuchar, sobre el amor por ellos mismos y sobre el cuidado del medio ambiente y la naturaleza. Para él era muy importante velar por la protección de los recursos de la madre tierra: el agua, las plantas y los otros animales y por esta razón les pedía siempre evitar la destrucción de las praderas, los bosques, los nacimientos de agua y las montañas cultivadas.
Una noche, Caliza, la leona más joven del grupo, en oposición a las recomendaciones de Sándor, salió sola, en silencio; alejándose de la manada para buscar alimento y pasó cerca de una población de indígenas que estaba junto al río Manaure, a escasos kilómetros de su hábitat. Sin discreción alguna, irrumpió en un bohío indígena, se hizo a un pedazo de puré de patatas que estaba cerca a la hoguera; y revolcó sin querer el fuego, de tal manera que desencadenó un gran incendio, que se expandió por toda la pradera quemando árboles antiguos y bosques tropicales.
La comunidad indígena no podía controlar el fuego, entonces Caliza, muy asustada, corrió a despertar a sus compañeros leones para contarles lo sucedido.
El león líder del grupo convocó a los animales de la región y entre todos, trabajando día y noche para sacar agua del río y controlar el fuego, consiguieron, dos días después acabar con el desastre.
Caliza pidió perdón a la comunidad indígena y agradeció a todos los que se unieron para apagar el incendio. Así entendió la importancia de los consejos de Sándor y aprendió la lección del respeto por los otros animales, plantas, y todo tipo de seres vivientes que habitaban la selva.
El tiempo pasó y Sándor creció al igual que su melena, que se le puso café marrón, haciendo resaltar más sus hermosos ojos oscuros. Fue nombrado líder de la manada y dio por muchos años ejemplo de respeto, al estilo de sus compañeros mayores.
Como líder organizó actividades para ayudar a los leones más viejos, a quienes se les dificultaba la caza y el desplazamiento; y enseñó a los más pequeños las buenas costumbres de la manada, formando una comunidad muy armoniosa, organizada y, sobre todo, respetuosa.
Aprendamos hoy de “Sándor” a ser respetuosos con nuestros padres, poniendo atención a las buenas costumbres que nos enseñan: a cuidar nuestra salud, evitar los peligros, no correr riesgos que nos puedan causar accidentes; a tomar los alimentos en horarios normales y puntuales y a dormir bien para obtener un buen descanso.
Demos ejemplo de respeto, para cambiar algunas costumbres que no nos permiten ser felices, ni vivir en paz. Cuidemos de todos los seres vivos, del aire y del medio en que vivimos para así, proteger también al hombre y la posibilidad de sobrevivir por mucho tiempo, en nuestro planeta Tierra.

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Torch, el Caballo

El barrio del Florero apenas comenzaba a levantarse, pues contaba con muchos lotes sin construcción y, a lo sumo, con 16 pequeñas casas terminadas. Un día memorable llegó un hombre de estatura mediana llamado Pedro Albarán, a quien le encantaba la crianza de caballos para el trabajo pesado.
Pedro compró uno de los lotes grandes, que estaba cerca de una hermosa quebrada cristalina, y allí construyó su casa en la que había tres cuartos, una sala, un comedor, una cocina y dos amplios baños. Al lado de la casa construyó un gran establo para el alojamiento de cinco hermosos caballos que tenía, ocupando un espacio de lote tan grande como el de su vivienda.
Este nuevo habitante y su familia causaban una agradable impresión en el barrio, pues todos se respetaban mutuamente y trataban a los caballos con amor y delicadeza: les ofrecían buen alimento, un lugar cómodo para dormir, agua filtrada y les daban frescos baños después de cada jornada de trabajo.
Entre los caballos, había uno de color negro oscuro azabache llamado Torch, que se encargaba del transporte de las maderas para producir muebles en la ciudad cercana al barrio, guiando a los otros caballos que siempre le seguían: Sereno, Travieso, Valiente y Juan Anclas.
Todos en fila india hacían el debido transporte de maderas día tras día, de lunes a viernes, y las llevaban hasta la bodega de fabricación de muebles ubicada en las afueras del barrio.
En sus caminatas, Torch les hablaba a los demás caballos de la gran responsabilidad que tenían al cargar la madera, pues si se dañaba o si la perdían, las personas que trabajaban en el taller no podrían realizar su trabajo a tiempo y la economía del barrio se vería afectada.
Los sábados y domingos, los caballos descansaban del trabajo pesado y hacían otras actividades: transportaban a la familia hasta la iglesia cercana y cargaban las frutas y las verduras que estos compraban los domingos en el mercado. Después llevaban a la familia y sus cosas a la casa, y se iban a hacer ejercicio, corriendo y saltando libremente por la pradera en rápidas carreras hasta llegar a la quebrada cristalina, donde se bañaban, siempre juntos y siguiendo la orientación que Torch les daba.
Un domingo, Sereno y Travieso, quienes estaban a cargo de las frutas y verduras, decidieron alejarse de los demás cuando iban en camino a la casa porque querían bañarse en la quebrada más temprano.
En su carrera pretendieron alejarse de la manada y la familia y mientras jugaban, en la ribera de la quebrada, se desmoronó un barranco por donde pasaban y fueron a parar a las profundas aguas.
Los caballos no podían pisar el fondo y se sintieron muy asustados al no poder salir a la orilla. De repente, una fuerte corriente de agua los empujó al borde de la quebrada y los caballos consiguieron equilibrarse, y levantarse para salir de allí.
Asustados, corrieron hacia el establo, con el corazón muy agitado y, al encontrarse con los demás caballos y con la familia, se dieron cuenta de que habían perdido todas las cosas que llevaban en su lomo.
En ese momento, entendieron la importancia de lo que Torch les decía todos los días cuando transportaban la madera, y decidieron regresar a recuperar lo que habían perdido: Encontraron una malla en el establo y la llevaron al lugar en el que se habían caído. Con mucho esfuerzo lograron encontrar las frutas y verduras en el fondo de la quebrada y con la malla fueron pescando una a una. También encontraron algunas regadas alrededor de la quebrada y con estas completaron los bultos.
En el camino de regreso encontraron árboles frutales y recogieron mangos, naranjas y mandarinas para compartir con sus amigos y con la familia, en señal de disculpa por haberse llevado los alimentos y por regresarlos mojados. Al llegar a casa todos los recibieron con alegría y compartieron los aprendizajes del día.
Torch les enseñó a sus amigos caballos la importancia de la responsabilidad: cumplir con los compromisos que tenemos de la mejor manera, buscando el bienestar para los demás. Como somos humanos, es posible que a veces nos equivoquemos. Lo más importante es asumir nuestra responsabilidad y encontrar soluciones.

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Tina, la Hormiga Comprometida

En un bosque lejano llamado Montur, un día cálido y con el cielo azul muy despejado, nació en un hermoso hormiguero una pequeña hormiga vigorosa, alegre y especialmente afectiva. Sus padres la bautizaron Tina y disfrutaban de todas sus travesuras y sus encantos.
Tina despertaba un gran afecto en la comunidad de hormigas. Crecía lentamente y demostraba una capacidad de liderazgo admirable. Estaba siempre dispuesta a participar en las actividades al servicio de su hormiguero con otras hormigas de su tamaño y edad. Hacían bailes, concursos, trabajos de construcción y reparación de viviendas y otras actividades que su pequeño grupo requiriera.
Una tarde la hormiga reina, ya vieja y cansada; al ver el trabajo progresivo y entusiasta que se estaba realizando en su comunidad, citó a una asamblea extraordinaria a todas las hormigas del reino.
Estando reunidas preguntó a las mayores:
— ¿A quién creen ustedes que debemos elegir para dirigir, durante los próximos veinte años, los destinos de nuestro hormiguero y nuestro trabajo?
Las hormigas pensaron y debatieron quién debería ser por su capacidad, inteligencia, entusiasmo, liderazgo y compromiso; y por mayoría, eligieron a Tina.
La pequeña hormiga en tamaño, pero grande en talento e inteligencia, inició su trabajo con la participación de sus congéneres, motivándolos a hacer de su reino el más hermoso y alegre del bosque, pero a su vez, el más colaborador con sus vecinas amigas en otros reinos.
Existía sin embargo entre sus compañeras de hormiguero, un grupo liderado por la hormiga Mástil; que congregaba unas cuantas integrantes muy desordenadas, problemáticas y perezosas, dedicadas a poner trabas y dificultades en los trabajos de cada grupo al que pertenecían: Las que trabajaban en la cocina le ponían ingredientes picantes o muy salados a los platos de las hormigas más pequeñas para reírse luego de su reacción; las de construcción dejaban materiales en los caminos para hacerle zancadilla a cualquiera que pasara, y así mismo, el resto de integrantes de este equipo buscaba la manera de molestar a las demás y burlarse de ellas.
Tina, como líder elegida, llamó a la hormiga Mástil y a sus compañeras para reunirse a hablar sobre la importancia que cada una de ellas tenía en los diferentes equipos de trabajo, y para invitarlas a participar con alegría en cada una de las actividades que debían realizar.
Les habló acerca del trabajo así: “el trabajo es un compromiso necesario para todas las comunidades, a través del cual se consigue un beneficio para todos. Si respetamos el aporte que hace cada individuo, en cualquier actividad que desempeñe; haremos que cada quien engrandezca su servicio y sea más responsable con la comunidad en donde vive”.
Luego de la conversación con este grupo de hormigas, ellas entendieron la importancia de hacer su trabajo bien, permitiendo que todas las hormigas trabajaran felices y entre todas consiguieran las metas de la comunidad.
Poco a poco los distintos hormigueros en el gran bosque de Montur, comenzaron a realizar actividades especiales de consecución de alimentos para el invierno, a prestar servicios de ayuda para las hormigas mayores, y a dar muy buena educación a las más pequeñas. Comenzaron a hablarles sobre el trabajo en equipo y otras muchas acciones requeridas por la gran sociedad, con el fin de hacer de ese bosque el más alegre, maravilloso y ejemplar de la región.
Después de muchos años de trabajo exitoso, Tina la hormiga comprometida delegó su puesto de reina y dedicó el resto de su vida a acompañar a las hormigas más pequeñas del bosque, enseñándoles sobre el respeto por la vida, la naturaleza y las habitantes mayores; y sobre la importancia del trabajo alegre, responsable y comprometido.

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La lagartija Teja

Con lengua larga, silenciosa y vivaz, familiar y simpática, la lagartija Teja se alimentaba de todo tipo de insectos pequeños. Era un animal inofensivo y útil para la protección de los jardines de Barceloneta, un pequeño y atractivo barrio español en donde se encargaba, con su alimentación, de los insectos dañinos que se comían las hojas de las plantas cuando éstas apenas estaban en crecimiento. Ella era capaz de sacrificar con valentía su cola, desprendiéndose de ella para huir de sus enemigos depredadores como pequeños pájaros, aves y otros reptiles más grandes.
Jacinta y Josué, un par de hermosos niños que también vivían en el mismo barrio y apenas tenían 6 y 7 años, se habían constituido en los más inocentes enemigos de Teja y de su grupo familiar de lagartos y lagartijas, pues jugando, corrían detrás de ellas al verlas aparecer en los jardines de sus casas, cuando caminaban por las paredes y muros de los jardines o se encontraban por los techos de las diferentes habitaciones de sus residencias.
Por las tardes, después de salir del colegio, las perseguían con el propósito inocente de conocerlas, sentir la piel lisa de su cuerpo y hasta detallar sus ojos alargados. Sin darse cuenta las hacían sufrir con su persecución y las pobres lagartijas tenían que dar saltos y hacer movimientos evasivos con temor, tratando de esconderse lo más rápido posible de estos grandes curiosos.
Cuando los niños las lograban atrapar, estas lagartijas agachaban sus cabezas con susto y, si los pequeños se descuidaban, trataban de huir dejando parte de su cola en sus manos.
Contaba Teja que estos representaban para su especie el terror, pues eran muchas las lagartijas que perdían parte de su cola al tratar de esconderse de los curiosos niños.
Teja vivía en España donde había más de catorce especies de lagartijas. Su residencia estaba cerca de la costa mediterránea y vivía con 12 individuos más de su misma especie: ¡Algunos llegaban a medir 15 cm de longitud!. Generalmente disfrutaban de las temperaturas cálidas de la primavera y el verano europeo, escondiéndose debajo de piedras y tejas. De ahí Teja obtuvo su nombre por la costumbre de estar mucho tiempo sobre algunos de los tejados, en las pequeñas casas cerca de la costa.
Un día de octubre, la lagartija Teja y sus amigas decidieron enfrentar con valentía la situación con los niños juguetones que las perseguían y que, sin querer, las lastimaban.
Pusieron carteles por todo el barrio de Barceloneta diciendo: “Las lagartijas de este barrio hemos decidido manifestarnos y pedirle a los niños que nos protejan y no nos persigan, pues nos sentimos tristemente atormentadas y amenazadas. Les pedimos que nos cuiden y nos permitan cumplir con nuestra labor de cuidar los jardines y las plantas.”
Los niños y los ciudadanos adultos hicieron también carteles para decirles a las lagartijas que se disculpaban por los daños ocasionados, pues no sabían que ellas se sentían mal y que querían ayudar a conservar la especie para mantener los jardines del barrio en las mejores condiciones.
La lagartija Teja fue la primera en leer el mensaje que los humanos les habían dejado y corrió a compartirlo con sus familiares. Todos se alegraron mucho por la noticia y entendieron la importancia de enfrentar situaciones como esa con valentía, utilizando las palabras adecuadas y de manera pacífica.
Esa noche las lagartijas hicieron una fiesta para celebrar que la paz había llegado al barrio y al día siguiente, al ver a los niños, corrieron a saludarlos. Jacinta y Josué recibieron los saludos con alegría y les contaron a las lagartijas que los habitantes del barrio habían decidido crear un lugar especial para el estudio y el cuidado de las lagartijas, lagartos y demás seres vivos del barrio.

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Don Tigre

Este era un tigre inmenso que medía casi tres metros de largo incluido el tamaño de su cola, y tenía un poco más de un metro de altura desde el piso hasta sus hombros, cuando se levantaba a caminar. Se distinguía por su especial elegancia, que inspiraba respeto entre la población de hombres y animales en Cachemira, ciudad de la India, en el continente Asiático.
A este imponente tigre de color naranja en su pelaje, con lindas rayas negras en todo el recorrido de su cuerpo, le llamaban “Don Tigre”. Tenía excelente compostura, era de gran sencillez para hablar ante cualquier público, y procedía con singular comportamiento: amistoso, serio, armonioso y muy respetuoso.
Don Tigre en muchos de sus discursos hacía comentarios sobre la posible terminación de su especie animal, que venía en disminución por la persecución (especialmente de los humanos que querían cazarlos para protegerse de su salvajismo desde épocas antiguas), y también, por el interés de expandir sus tierras para habitarlas, a través de la poda indiscriminada de árboles y la sucesiva terminación de bosques nativos. Quería el ser humano adicionalmente: aprovechar sus pieles para hacer tapetes variados, usarlas para cualquier tipo de vestimenta diseñada y hasta para exhibir sus cabezas disecadas en algunos muros que algunos cazadores tenían dentro de sus viviendas.
A Don Tigre, con su elegancia, lo escuchaban con gran admiración todos los animales de la región y los hombres, las mujeres, los niños, los jóvenes y los viejos; pues poseía al leer, todo el conocimiento necesario para atraer al público, y hacerlo pensar y tomar conciencia de la importancia de la conservación de las diferentes especies de animales y vegetales.
Un día, en una reunión de todos los habitantes de Cachemira, Don Tigre les contó una historia sobre su especie, que jamás olvidarían:
— Hace muchísimos años, cerca del año 1900, existían en el continente Asiático ocho especies de tigres en estado salvaje, con una suma aproximada a los ciento veinte mil individuos. Todos ellos vivían felices y con un gran espacio para habitar. En los años siguientes algo terrible ocurrió: grupos de cazadores y de personas comunes empezaron a invadir sus espacios y a acabar con muchos de ellos; tanto que en este momento, apenas podemos contar con tres mil ochocientos individuos en estado salvaje. —
El osito más pequeño del vecindario comenzó a llorar con esta triste historia y el tigre decidió continua, para calmarlo:
— Sin embargo, nuestra especie aún no se ve condenada a su fin, gracias a que, tras esta pérdida, algunos seres humanos fueron recobrando la conciencia y creando espacios propicios (aunque un poco limitados en su área), para que cada día haya muchos más tigres. A estos sitios los han llamado zoológicos o zonas de resguardos para las distintas especies. Así, gracias a esto, actualmente hay en el mundo 20.000 tigres que, aunque están en estado de cautiverio, dan esperanza de que las cinco especies existentes aún se puedan mantener y crecer en número de individuos en el corto plazo. También hay otra buena noticia que está beneficiando a las especies salvajes que aún quedan, especialmente en la India: las personas ahora no pueden cazar ante las medidas adoptadas por los gobiernos; y existen muchas zonas declaradas como reservas naturales y patrimonios de la humanidad para la conservación de distintas y variadas especies de animales. —
Con este último comentario, el señor tigre logró calmar la tristeza del osito y de otros animales reunidos, que se habían puesto igual de sensibles ante las narraciones preocupantes que escucharon en un principio.
Don tigre tenía una especial sensibilidad con los menores. A él le gustaba compartir con las niñas y niños a través de juegos diversos para que aprendieran sobre diferentes temas ambientales que él había conocido con la lectura. Sebastián, uno de los niños, era el más preguntón y todas sus preguntas ayudaban a Juanita, Carlos, Lucía, Patricia y Gabriel, sus compañeros de turno, a entender cada situación vivida por los animales en los bosques, cuando requerían explicaciones y aclaraciones diversas por cuenta de este amable tigre.
Sebastián andaba preocupado por la pérdida de tantos árboles y bosques nativos en las diferentes regiones del mundo. Él sabía que todos estos árboles ayudaban a mantener la vida de los animales, el aire limpio y puro, la atmósfera fresca, el agua transparente y los recursos alimenticios disponibles por grandes volúmenes. Le parecía increíble ver cómo el ser humano no tomaba conciencia del daño que causaba con su crecimiento desorganizado, contaminando con basuras el agua de las quebradas, ríos y mares; generando gases dañinos en la producción de bienes por cuenta de las industrias; y destruyendo los territorios para expandir las áreas de construcción para nuevas viviendas.
Don Tigre y Sebastián establecieron una amistad especial, pues ambos le ponían un sello único a su vida y reflejaban lo que cada uno tenía en su interior: delicadeza, inteligencia, equilibrio en su actuar con los demás, sentido del respeto, naturalidad y buen gusto. Las personas veían en ellos elegancia en el ser y una búsqueda por hacer las cosas siempre bien.
Cuando Sebastián había crecido lo suficiente, se dedicaron a dictar conferencias por todo el mundo para concientizar a la humanidad del proceso de destrucción que venimos haciendo al planeta tierra y del exceso de consumo de bienes innecesarios y contaminantes. En este proceso, buscaban un cambio en el pensar y actuar de las personas para reparar al mundo, en un proceso exigente de transformación de costumbres y de desarrollo de nuevos hábitos.
Unámonos a la tarea emprendida por Sebastián y “Don Tigre” en Cachemira, el continente asiático y el mundo. Procedamos con sabiduría y busquemos la sensibilización de los seres humanos para impulsar el cambio en beneficio del cuidado de las selvas, los bosques y la naturaleza.
Seamos elegantes en el ser y en el actuar como Don Tigre, respetuosos de las especies de la naturaleza y gestores del cambio en beneficio del medio ambiente; pues es allí donde el ser humano se mueve, respira, calma su sed y se alimenta.

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El Elefante York

York, con veinte años de nacido y conociendo que su duración de vida como Elefante podría llegar hasta los ochenta años, como les pasaba a los compañeros de su especie que vivían en Asia y África; disfrutaba amablemente la vida y manejaba con prudencia las situaciones de conflicto, que se presentaban en su caminar.
A esa edad, ya alcanzaba un gran desarrollo de su cuerpo. Medía tres metros y medio de altura, tenía muy grandes sus colmillos y sus orejas; y poseía una larga trompa con todos los movimientos de sus músculos, que le permitían cumplir funciones de: brazo, nariz y manos a su vez.
Era un adulto rodeado de una manada con: 12 hembras, ocho pequeños elefantes, preadolescentes unos, otros muy pequeños y hasta un par de recién nacidos, Jacobo y Tobías. Estos, se la pasaban corriendo tras las mariposas y jugando con una pelota de caucho con mediano tamaño, a la cual pateaban y perseguían por el altiplano, mientras sus mamás elefantes les observaban y tenían al cuidado.
Estos pequeños elefantes, atraían la atención de toda la manada, quienes disfrutaban con sus juegos y picardías. Un martes, Jacobo y Tobías corriendo tras la pelota de caucho, se tropezaron con un hormiguero grande y lo empezaron a observar con inquietud, sintiendo la tentación incluso de pisarlo para descubrir que tantas hormigas había allí. Es decir, fueron imprudentes.
Cuando pisaron con las patas delanteras el hormiguero, inmediatamente se les treparon las hormigas en sus patas y los picaron con todas sus fuerzas, al punto que los elefantes corrieron cerca de sus mamás elefantes, llenos de granos que les ardían y picaban; y que más tarde les produjo fiebre muy alta y no pudieron jugar durante los siguientes tres días.
Las elefantas le contaron a York el elefante líder de esta manada, quien había llegado de una salida de reconocimiento del terreno, todo lo que les había sucedido a sus hijos Jacobo y Tobías por experimentar en el hormiguero cercano, luego de perseguir la pelota.
York se acercó al árbol donde estaban durmiendo los niños elefantes, los despertó y se puso a conversar con ellos, sobre su experiencia. Preguntando
a cada uno por separado:
¿Jacobo, que pensaste y sentiste cuando al jugar viste el hormiguero?
—Jacobo le respondió, pensé que como eran animalitos tan pequeños no podrían hacernos daño y quería descubrir al pisar su nido, que tan profundo era. —
Y tu Tobías, ¿qué pensaste y sentiste cuando te acercaste al hormiguero?
—Tobías dijo, realmente yo quería ver cómo reaccionarían las hormigas cuando pisáramos su hormiguero, pues era provocativo dejar la huella de nuestras patas sobre el arenero que se extendía en el altiplano. —
Muy bien dijo el papá elefante, York:
La experiencia que vivieron con la picazón, el dolor, la inflamación de los granos y la fiebre, les enseñará que tienen que ser prudentes y respetuosos con todos los animales de la tierra; pues por más pequeños que ellos sean, tienen su reacción de defensa cuando se sienten agredidos.
Ustedes pisaron su nido, su hormiguero y ellas por defender a sus coterráneos, reaccionaron contra ustedes picándolos. Actuaron en masa como es su sistema de defensa por ser tan pequeñas y aunque probablemente algunas murieron con sus pisadas, las otras hormigas fueron eficaces, ahuyentándolos a ustedes de su hormiguero y proporcionándoles un agudo dolor.
Esta importante conversación, tuvo un buen eco en toda la manada de elefantes que acompañaba a York, haciendo que todos fueran muy respetuosos con las otras comunidades de animales, en toda la jumgla.
La prudencia nos ayudará a evitar experiencias desagradables que nos afecten con un dolor o una enfermedad, nos hará más racionales en la toma de decisiones para no perjudicar a los demás, nos llevará a actuar con mayor cuidado y responsabilidad para no atentar contra nosotros mismos, nuestras familias, nuestra sociedad, nuestro país y nuestro mundo, con malas decisiones.

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Atenea, la comadreja servicial

Las comadrejas son animales que se localizan principalmente en Europa, Asia central y algunas poblaciones de América del Norte. De cabeza pequeña, nariz puntiaguda, orejas cortas que terminan en punta y patas también cortas, tienen un pelaje pardo en todo su cuerpo. Su cuello y parte del pecho les dan la apariencia de tener un babero de color crema o blanco, de forma triangular.
Viven entre los árboles en zonas boscosas de coníferas, robles, pinos y bosques variados. Pueden vivir en libertad hasta 10 años y casi el doble en cautiverio. Son mamíferos y carnívoros pequeños que pesan casi dos kilos, muy ágiles para la caza de ratones y de algunos otros roedores.
Se conoció una familia de comadrejas cerca de la ciudad de Lucerna en Suiza, compuesta por una hembra, un macho y seis pequeñas crías. Vivían cerca del lago principal de la ciudad. La mamá se llamaba Atenea y se preocupaba con frecuencia por el servicio a las demás familias de comadrejas: les ayudaba en la construcción de sus casas en algunos árboles, procuraba la consecución en equipo del alimento, especialmente frutas; cazaba roedores pequeños como los ratones; y velaba de forma particular por la convivencia con sus coterráneos.
Eran tales la bondad y el sacrificio espontáneo por los intereses de la comunidad de Atenea que entre todas sus amigas comadrejas le pusieron el apodo de “la comadreja servicial”. Ella era capaz de sacrificarse por las otras compañeras del territorio cuando estaban enfermas y hacía presencia con su acompañamiento personal; ayudaba a resolver situaciones familiares y a veces, incluso, participaba en conversaciones sobre temas como la elección de carrera profesional de los hijos y otras decisiones importantes para sus vidas.
Una de las comadrejas pequeñas llamada Amelia, le preguntó un día a la comadreja Atenea: ¿qué debo aprender desde pequeña para ser buena, inteligente y servicial como tú, con todas las comadrejas que habitan cerca del lago Lucerna?
La comadreja Atenea le respondió:
Debes ser obediente con tus padres, leer muchos cuentos, historias y novelas que te generaren nuevos conocimientos. Debes ser buena estudiante en tu colegio, atenta y disciplinada, y hacer las tareas que te pongan con interés por aprender.
Debes participar en las actividades deportivas, culturales y sociales que te ayudan a conocer a tus compañeros, a valorar sus esfuerzos por ser mejores cada día y a obrar en beneficio de los otros.
Cuando seas mayor deberás, con tu trabajo, procurar el bien para toda la población de animales y seres humanos y prestar un buen servicio a la sociedad. Procura el relacionamiento armonioso de la población y lucha por que puedan tener acceso a una buena atención en salud y a la educación y que trabajen por el bienestar de sus semejantes responsablemente.
Atenea creía que, en cualquier entidad educativa, religiosa, social y empresarial, había siempre una oportunidad para servir a los demás en las tareas del día a día y en las actividades comunes y ordinarias. Por eso esta comadreja era tan bondadosa, colaboradora y amable con sus compañeras y se distinguía como servicial: actuaba desinteresadamente y sacrificaba parte de su tiempo, su tranquilidad, su inteligencia, su razón, sus capacidades individuales y su propio bienestar, para servir con alegría y entrega a los demás.
Dispongamos parte de nuestro tiempo para pensar en los necesitados del mundo que, por la pobreza, por la falta de oportunidades, por los quebrantos de salud y enfermedades, por condiciones físicas o intelectuales, o por otras condiciones, puedan estar limitados.
Ofrezcamos a ellos, generosamente, amor, bondad, tiempo para la lectura, los juegos, las poesías y las canciones… Nuestra presencia y compañía, harán que se alegren y se desconecten de pensamientos de tristeza, soledad y vacío.
Generemos calidad de vida en nuestro tiempo libre, escogiendo una buena oportunidad para servir.

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La Vaca Amelia

Como es de relajante y divertido, visitar las fincas de nuestros abuelos, especialmente cuando hay un buen grupo de animales domésticos como: los perros, las gallinas, los gatos, los caballos, los toros y las vacas.
Indudablemente en el campo y en las fincas se goza bastante, se disfruta del sol, del agua en las quebradas, del aire fresco, se corre por las mangas, se salta entre troncos y piedras y en ocasiones; participamos y conocemos como niños sobre algunas labores campesinas, tales como: el ordeño de las vacas para obtener la leche del desayuno y de la comida, la cogida de los huevos en el corral de las gallinas, poner el cuido a los animales y hasta nos toca en ocasiones ayudar con el baño de los perros.
Existía en Riograto, ciudad cercana al río grande de la región norte de Colombia, una finca llamada “Agrollano” que pertenecía a nuestra abuela materna y en esta hermosa finca había una distinguida vaca llamada “Amelia”.
Esta vaca era de piel blanca, con dos grandes manchas negras, una en su lomo y otra en su barriga, y se destacaba por ser la más puntual de las vacas llegando siempre de primera al establo en las horas del ordeño.
Sus amigas y compañeras las vacas: Vetulia, Jacinta, Congracia, Perpleja y Antonia, se mostraban a disgusto porque siempre estaban distraídas y realizando otras actividades cuando llegaba la hora del ordeño. Así las cosas, llegaban tarde al establo y se perdían los beneficios del agua fresca para beber y el pasto verdoso recién picado para comer, privilegio que siempre tenía Amelia por su puntualidad.
Un día se reunieron todas las vacas y participaron de una grata conversación, donde se escuchaba la risa y el mee-mee-mee de satisfacción; el tema que trataban se refería a cómo poder lograr la puntualidad para llegar al establo a tiempo y poder disfrutar de los placeres de la comida y el agua fresca recién servida por los campesinos que las ordeñaban. También pensaron en las repercusiones que tendría esta decisión, sobre las familias de los campesinos y sus demás animales compañeros de recreo, con quienes compartían sus actividades en la finca.
Pues bien..., pasaron el día entero conversando al respecto, y sacaron algunas conclusiones: La primera es, que al llegar puntuales al establo los campesinos podrían aprovechar mejor su tiempo y podrían llevarlas luego del ordeño hacia algunos lotes lejanos de la finca con mejores pastos, más verdes y alimenticios. Esto, favorecería su digestión y podrían estar más activas y felices. Segundo, si llegaban puntuales también encontraban con mejor disposición para el ordeño a los campesinos, oirían canciones alegres que ellos estarían entonando, incluso en sus silbidos. Y Tercero, las tratarían con mayor respeto y delicadeza para amarrar sus patas traseras, las acariciarían con mayor ternura, y esto favorecería su digestión.
Así las cosas, con la nueva opción de las vacas por ser puntuales, todo empezó a cambiar para bien de toda la comunidad de animales y campesinos. Los perros, gatos, gallinas y caballos también comían temprano y pasaban los días más felices. Los campesinos, podían atender a tiempo a sus esposas y a sus hijos, acompañándolos incluso hasta la escuela cercana de “Agrollano”.
La finca, cada vez estaba más bonita y hasta los campesinos podían después de su almuerzo, hacer una pequeña siesta para reiniciar sus actividades en la tarde cultivando la tierra, atendiendo a las gallinas y a los otros animales en sus respectivos corrales.
La vaca Amelia invitó al pasar de los meses a sus compañeras vacas, para hacer otra reunión de evaluación a sus comportamientos, y luego del compromiso adquirido por todas, para ser más puntuales. Sacaron algunas buenas conclusiones, como:
Se había logrado, una cultura de aprecio y respeto por todos los campesinos, sus familias y sus compañeros animales, en la medida que se había incrementado la puntualidad para los oficios de cada uno, disponían de mayor tiempo, organizaban mejor sus labores del día y se sentían felices.
Se terminaron los disgustos y problemas, porque con la puntualidad, lograban que todos estuvieran de mejor disposición para cada actividad, con alegría y responsabilidad, trabajando en equipo para bien de todos.
En la finca “Agrollano”, Amelia la vaca y sus amigas, tuvieron hijos terneros y terneras a quienes les enseñaron sus nuevas costumbres sobre la puntualidad. Les hicieron comprometer a crear ese ambiente cordial de convivencia, y a continuar con el respeto por las actividades de los demás en los tiempos que cada uno organizaba.
En la unida comunidad cercana a la finca de nuestra abuela, junto con todos los campesinos de la región y todos los animales que por allí nacieron y crecieron en el transcurrir de muchos años. Se consolidó el compromiso por estimular la puntualidad, para realizar a tiempo las múltiples actividades de cada día, en beneficio de la felicidad que podrían alcanzar, todos los habitantes de las fincas cercanas a la de “Agrollano”.
El ejemplo de la puntualidad, arrastra para favorecer igual actitud…, en todas las personas.

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Lucas el Camello

Soy el Camello Lucas, un elegante mamífero con dos jorobas. Me gusta mucho el sol y me alimento con hierba y otras plantas porque también soy herbívoro. Mi familia ancestral, aunque vivió inicialmente en América del norte en el sector de Kansas, a causa de las glaciaciones hace miles de años, emigraron a través de las tierras congeladas a Eurasia y África, hacia las zonas desérticas y otras muy secas; allí estamos viviendo aún, algunas de las tres especies diferentes de camellos y dromedarios que continuamos habitando el planeta.
Como mis abuelos y padres camellos vivieron entre 40 y 50 años, yo espero disfrutar de la vida también por muchos años como ellos lo hicieron. En el desierto me ha gustado compartir con otros animales como caballos y cebras, en las correrías cortas y largas que se hacen transportando turistas y sus cargas. Cuando estos quieren conocer un poco del desierto, su vida allí y hasta conocer algún oasis donde nos alimentamos y tomamos el gran volumen de agua que necesitamos para sobrevivir en largas caminadas de hasta dos semanas, sin encontrar fuentes para beber nuevamente el agua fresca.
Tengo una cebra amiga llamada “Lucía” y un caballo amigo llamado “Maromero” que les ha gustado acompañarme en algunas correrías, tienen un gran sentido del humor respecto a otros miembros de sus especies y se esfuerzan por recorrer distancias largas con mi amo Toreb. Este, hace programaciones para el transporte de algunos turistas a sitios más cercanos, en caminos de uno y dos días; llevando también, víveres y cargas pesadas en algunas oportunidades.
Ni mi amiga Lucía, ni mi amigo Maromero, aunque se han superado con esfuerzo, meditación, dedicación y alegría; tienen la resistencia necesaria para caminadas de más de 3 días continuos. Estos acumulan poca agua y alimento, y no son como las familias de camellos que podemos ingerir y almacenar en nuestro cuerpo hasta 180 litros de agua en una sola toma, alimentarnos con hojas y tallos que nos ayudaran a acumular grasa en nuestras jorobas; y poder durar sin comer, ni beber, hasta 10 días de camino y un poco más.
Como el hombre ha venido afectando el medio ambiente y la capa de ozono en todo el mundo: con el humo de las industrias, el humo de los carros y haciendo quemas no controladas, la temperatura ha seguido aumentando en las tierras donde habitamos, produciendo gran calor e incomodidad. En el desierto, nos ha tocado soportar el peso de tanto calor, mayor trabajo en condiciones desfavorables por falta de abundante agua y oportuna alimentación, generando en nosotros mayores esfuerzos para superar nuestras capacidades individuales.
Con el transcurrir del tiempo, he dejado de ver a la cebra “Lucía” y al caballo “Maromero”, porque nuestra responsabilidad ha aumentado en condiciones difíciles para el trabajo como camellos de transporte y mis amigos no han podido volver a recorrer los caminos que recorríamos juntos.
Los turistas, también están preocupados con la destrucción de la capa de ozono que nos ha traído una gran variación a los climas, a la vegetación y hasta la disminución de las especies animales, encontrándose algunas en vías de extinción (desapareciendo), por la irresponsabilidad del hombre con el planeta tierra.
Hoy, todos tenemos un propósito de superación individual y grupal para salvar el planeta y tomar medidas de protección con el medio ambiente. Debemos recuperar la capa de ozono que hemos deteriorado y tomar medidas de cuidado especial, con decisiones políticas que mejoren las condiciones para la vida en la tierra.
Por nuestra cuenta mi amiga Lucía, mi amigo Maromero y yo el camello Lucas, hemos estado dialogando sobre esta problemática con la capa de ozono y también nos hemos comprometido a superar nuestras posturas y ser honestos con los turistas y coterráneos para: no dejar que se hagan quemas, solicitar que se voten las basuras en los sitios adecuados para hacer el reciclaje requerido, evitar contaminar: el medio ambiente, las fuentes de aguas como lagos, lagunas, ríos, oasis y los mares.
Debemos proteger la tierra sembrando árboles de especies nativas, cuidando las plantaciones y cultivos para que no se produzca erosión y derrumbamiento de la tierra, arborizando al pie de las fuentes de agua y en zonas estériles.
Procuraremos con las industrias, la toma de conciencia para que instalen plantas de tratamiento de: aguas, de gases, de basuras y de desechos dañinos en protección de los recursos naturales: aire, tierra, agua, animales, plantas y del propio hombre.
Este es un esfuerzo para superarnos todos unidos, incluyéndolos a ustedes que como lectores inteligentes nos apoyarán, tomando conciencia racional y siendo responsables con el cuidado de nuestra madre tierra y de la vida humana; haciendo difusión al mundo de este propósito, y superando los inconvenientes que puedan presentarse, con los diferentes intereses económicos, sociales y políticos.
Deberemos procurar dar un buen ejemplo para cuidar de la tierra y obrar con conciencia. La cebra “Lucía”, el caballo “Maromero” y yo el camello “Lucas”, también se los agradeceremos y mantendremos el compromiso de ayudar con actividades en favor del medio ambiente y la protección de todas las especies de la naturaleza.

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El Grillo Olivo

Que importante es ser solidarios cuando compartimos con tantas personas y seres vivos, durante el recorrido de nuestra vida y en tan diversas actividades donde formamos diferentes grupos: de amigos, de equipos deportivos, de vecinos del barrio, de compañeros de estudio, compañeros de trabajo, entre otros. Es conveniente sentirnos acompañados y apoyados en nuestros sueños, especialmente cuando tendremos una vida social con tantos altibajos que nos ayudarán a crecer y formarnos integralmente.
Encontré un hermoso jardín primaveral, cerca del pantano de Arcadia, ciudad hermosa llena de edificaciones sencillas de uno y dos pisos, con techos en uve invertidas, con pinturas fuertes rojas, amarillas y verdes, con árboles frutales en sus antejardines que proporcionaban gran sombra y producían frutos diversos como: naranjas, manzanas, peras, guayabas y pomas; y en donde también se encontraban ubicados, algunos juegos infantiles para la diversión de los niños.
Allí en su interior, estas casas estaban adornadas con jardines y con flores muy variadas que contenían y cuidaban en su intimidad, una gran variedad de pequeños animales como: mariposas, abejas, cucarrones, maría-palitos, chicharras y grillos.
Entre los grillos se destacaba uno de color verde olivo, cuando la mayoría de los grillos son de color café o marrón, que entonaba a grandes pitos y cantos, causados por el frotamiento de sus alas una contra la otra y a la alta temperatura ambiental diferentes melodías, pretendiendo como macho que era, con estos altos tonos de pito atraer a las hembras hasta su nido en la tierra, espantar a los otros grillos machos y atraer también en el jardín las miradas de todos sus vecinos insectos, que se alegraban enormemente con sus agudas tonadas.
El grillo “Olivo”, saltaba todo el día de tallo en tallo y de flor en flor, en búsqueda de su comida diaria. Él como animal omnívoro que es, se alimenta de toda clase de sustancias orgánicas, tanto vegetales como animales. Le gustaban las diferentes variedades de hojas de las plantas del jardín y el material orgánico encontrado en la tierra, como consecuencia de la caída de hojas, tallos, flores y frutos; comiendo además otros pequeños insectos que encontraba en su camino, en procura de una buena y balanceada alimentación.
Los grillos tienen un impacto ambiental positivo para la tierra decía “Olivo”, pues al comer y desintegrar el material de las plantas en el suelo, renuevan los minerales para la tierra. También sirven de alimento para otros animales como arañas, avispas, lagartijas, aves, pequeños roedores y otras especies; y hasta se utilizan en las cocinas para el consumo humano, según algunas costumbres culinarias en países como México y China.
Al tema de ser usados para la comida de otros animales y del hombre en algunos países el grillo “Olivo” sí le tenía gran temor, usaba sus patas traseras largas para saltar de árbol en árbol esquivando ser atrapado por otros animales que raras veces llegaban hasta su jardín y a los juegos de algunos niños tratando de cogerle. Los grillos o langostas poseen dos pares de alas para huir cuando se sienten en peligro, no tienen grandes vuelos pero el par de alas grandes, les sirven para empujar duro el vuelo; y el par de alas pequeñas replegadas más atrás, les sirven para cambiar sus colores en el vuelo, logrando disipar y distraer a los otros animales que traten de atraparles en su recorrido.
En algunas culturas estos grillos son considerados signos de buena suerte y tienen atributos domesticables, hasta el punto que los encierran en jaulas como en China o los tienen como mascotas en España y Portugal. También por su canto, son un preludio de buena suerte financiera en otros países, como Brasil.
Llegó a la zona, en una época del mes de septiembre, hace 6 años, una inesperada tormenta con lluvias y vientos muy fuertes que azotó al hermoso jardín primaveral y dañó los nidos de algunos insectos y de muchos compañeros grillos de “Olivo”. Esta tormenta se tardó unos 14 días, al final de los cuales, los diferentes nidos quedaron tan destruidos, que el grillo “Olivo” uno de los menos afectados, pues había hecho un nido fuerte y resistente, organizó y lideró una comitiva donde toda clase de insectos que vivían en la zona cerca a los jardines de Arcadia, la ciudad más hermosa de la región, compartieron y se solidarizaron para trabajar en favor de la reconstrucción de los nidos de todos los insectos afectados.
Con este arduo trabajo y con el liderazgo de este especial grillo, lograron en 16 días arreglar y levantar los nidos de todos los insectos en los jardines de la región de Arcadia, quedando como compromiso establecido por todos, trabajar en unión y en armonía para cumplir cada nueva meta que se proponían, como mejorar los jardines trasladando el polen de flor en flor en beneficio de generar nuevas variedades de plantas y flores, abonar la tierra, armar un coro diversificado en tonos y variedad de cantos que alegraron el día a día en sus alrededores; y así hicieron más grata la vida para los habitantes de los jardines, en todas las comarcas de la ciudad .
La enseñanza dejada a toda la comunidad en los jardines de Arcadia, por los animales amigos del grillo “Olivo”, fue:
Que haber sido solidarios, trabajar en equipo y preocuparse por los problemas de los otros habitantes cercanos, mejoró las condiciones de vida para todos, los hizo más amigos y más serviciales, disfrutando alegremente todo tipo de reuniones que hacían y compartían. La tranquilidad y la armonía que reinaba sirvió para vivir mejor cada uno de sus días.

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La abeja Julia

Como es de agradable tener la confianza puesta en nuestros compañeros y compañeras, que, aunque siendo diferentes como personas y teniendo formación familiar distinta hemos logrado hacer grandes amigos con el trabajo participativo y la compañía permanente en las diferentes actividades de cada día.
Había una vez una abeja obrera, melífera, llamada “Julia”, que vivía en una colmena hermosa y grande, ubicada en los jardines de Francachela, ciudad pequeña del país de Asolea. Estos jardines estaban rodeados de fincas sembradas de: margaritas, aguacates, rosales, fresas y otra serie de cultivos de cítricos frutales.
La abeja Julia tenía un grupo de compañeras obreras, que protegían a la abeja reina Mary, quien tenía una gran capacidad reproductiva para los 6 años promedio de vida que duraban las reinas en sus colmenares, con hasta 80.000 individuos de abejas especialmente obreras en su mayoría.
Los zánganos que son las abejas machos que fecundaban a la reina y eran mucho menos en número que las obreras, tenían normalmente una vida corta de 3 meses, apareciendo normalmente en primavera y desapareciendo al entrar el otoño. Fecundaban a la abeja reina, según su poder de copularla en los 3 a 5 vuelos nupciales que esta hacía.
En esta gran colmena donde vivía Julia, se había formado un gran grupo de amigas obreras que polinizaban más del 75% de los cultivos alimentarios de la ciudad de Francachela y sus alrededores. Entre estas se destacaban Sensata y Leonor dos ágiles abejas que recogían de las margaritas y otras flores de diferentes plantas, el polen que está en el estambre de una flor para trasladarlo al estigma de otra que las hará germinar y fecundar, dando origen a nuevas semillas y frutos en los diferentes cultivos.
Estas abejas melíferas que extraían el néctar de las margaritas y las variadas flores de los cultivos para producir la miel dentro de su colmena, en su ingreso a la propia flor se impregnaban sus patas de polen y así al volar de una flor a otras flores trasladaban el polen, efectuando la polinización.
Las abejas melíferas hacen parte de las solo 7 especies que, entre 25.000 totales pueden producir miel y cada una alcanza a visitar en un día hasta 7.000 flores, pues para producir un kilo de miel necesitan hasta cuatro millones de visitas a diferentes flores. Todas las otras especies son buenas polinizadoras y aumentan la productividad de los cultivos hasta en un 24% de su capacidad y recolectan el néctar de las flores para alimentarse, alimentar a las abejas zángano y a cada reina de cada colmena.
La abeja reina Mary y las abejas zánganos de los jardines de Francachela, tienen depositada su confianza en Julia y todas sus compañeras obreras para la consecución del alimento de la colmena. Esta confianza se ha fomentado con la alegría y el trabajo en equipo que les hace crecer en armonía y tener el respeto de unas a otras, con muchas cualidades y algunas limitaciones.
Un día se desordenaron sus amigas Sensata y Leonor junto con un grupo de 5.000 abejas, distrayéndose de sus oficios de extracción del néctar de las flores para llevar el alimento a la colmena. Estaban descuidadas con sus funciones cotidianas de colaboración en la colmena. Se ganaron algunas enemistades por parte del grupo de obreras y pasaron 4 meses sin contribuir a su grupo.
Julia muy preocupada por sus amigas y las 5.000 abejas que les seguían en el desorden sin razón clara, les pasó una invitación con reflexiones sobre la responsabilidad en la consecución del alimento que había disminuido en una proporción importante para la colmena donde habitaban y las animó generando gran confianza en ellas mismas, para que pudieran realizar sus sueños y recrearse nuevamente con las flores y plantas de aquella pequeña ciudad; logró convencerlas, y al día siguiente retornaron con puntualidad a sus tareas normales de recolección del néctar de las flores y a efectuar el proceso de polinización sobre todos los cultivos, en las fincas de la ciudad de Francachela.

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